Trabajo Intelectual versus Trabajo Físico.
LinkedIn: www.linkedin.com/in/ricardo-s-puebla-wuth-8a4b3014
(Previniendo los neuromitos)
Resumen
El presente análisis aborda el agotamiento laboral desde una perspectiva neurocognitiva, diferenciando la carga energética entre el trabajo intelectual y el trabajo físico. Se cuestiona la creencia popular de que los trabajos sedentarios generan mayor desgaste que aquellos particularmente exigentes, explorando el rol del metabolismo cerebral en la percepción de fatiga. Se revisan conceptos clave, como la teoría de la carga mental, el síndrome de burnout y los modelos de estrés laboral, argumentando que el agotamiento no depende exclusivamente del gasto calórico, sino de factores psicobiológicos, emocionales y motivacionales. Se presenta evidencia científica sobre el consumo energético del cerebro en reposo y en actividad, desmitificando la idea de que el pensamiento intensivo produce un desgaste extremo. Se destacan estrategias de regulación como la meditación, la siesta y las pausas activas, enfatizando su impacto en el desempeño laboral y académico. Finalmente, se contextualiza el fenómeno del agotamiento dentro de la evolución sociocultural del trabajo y el envejecimiento, señalando la influencia de paradigmas industriales y tecnológicos en la percepción del esfuerzo humano.
Palabras clave:
agotamiento laboral, neurocognición, carga mental, metabolismo cerebral, estrés laboral, envejecimiento, productividad.
Cita en formato APA:
Puebla Wuth, RS (2025). Agotamiento en el Trabajo: Mitos y Evidencias sobre el Desgaste Laboral. [Manuscrito inédito].
Resumen. Este artículo examina el agotamiento laboral desde una perspectiva neurocognitiva, comparando la demanda energética del trabajo intelectual con la del físico. Desafía la suposición generalizada de que los trabajos sedentarios provocan mayor fatiga que las ocupaciones básicamente extenuantes, investigando cómo el metabolismo cerebral influye en la percepción del agotamiento. Se discuten conceptos clave como la teoría de la carga mental, el síndrome de burnout y los modelos de estrés laboral, argumentando que la fatiga no está determinada únicamente por el gasto calórico, sino también por factores psicobiológicos, emocionales y motivacionales. Se presenta evidencia científica sobre el consumo energético cerebral basal y relacionado con la actividad, desmintiendo mitos sobre el desgaste cognitivo extremo. Se destacan estrategias regulatorias como la meditación, la siesta y las pausas activas por su impacto en el rendimiento laboral y académico. Finalmente, el fenómeno del agotamiento laboral se enmarca en la evolución sociocultural del trabajo y el envejecimiento, enfatizando cómo los paradigmas industriales y tecnológicos moldean la percepción del esfuerzo humano.
Palabras clave:
agotamiento ocupacional, neurocognición, carga mental, metabolismo cerebral, estrés laboral, envejecimiento, productividad.
Cita APA:
Puebla Wuth, RS (2025). Agotamiento laboral: mitos y evidencia sobre la fatiga ocupacional. [Manuscrito inédito].
¿Por qué resulta tan agotador el trabajo intelectual o de oficina?
En las grandes ciudades, y en muchos otros lugares, las personas suelen asumir que sus empleos les generan un desgaste energético significativo, cuando su trabajo ocurre preferentemente detrás de un escritorio, considerándolo una carga difícil de sobrellevar. Pero ¿es realmente así?
¿Es el trabajo sedentario—pasar horas frente a un escritorio completando informes, realizando balances, rellenando formularios y tipeando escritos, analizando perfiles y muestras en un laboratorio, atendiendo clientes en un banco o una oficina pública, gestionando negocios, trabajando en notarías, tiendas o ventanillas—más agotador que el esfuerzo físico de un operario, jornalero u obrero? Y el de aquellos que desempeñan su labor de a pie, ¿su actividad es menos exigente; ¿Estás experimentando un tipo distinto de desgaste energético? Es decir: docentes, odontólogos, kinesiólogos, médicos, enfermeros, terapeutas, bailarines, actores, artistas callejeros, feriantes o comerciantes ambulantes, ... ¿tienen un desgaste energético diferente, o más liviano? La lista es extensa, y sin duda, faltan muchos más.
La cuestión central es clara: ¿qué exige más del cuerpo y la mente humana, un trabajo intensivo con mayor demanda preferente de procesos neurocognitivos o un trabajo que exige fuerza, destreza musculoesquelética y movilidad constante?
Les advierto desde ya -para no presuponer subjetivamente sobre la actividad física en sí misma- que los deportistas de alto rendimiento, en todos los deportes en que han sido investigados, muestran un muy alto rendimiento neurocognitivo en Atención sostenida y Velocidad de procesamiento (esenciales para la toma de decisiones en la competencia), Memoria verbal y Visoespacial (fundamentales para la planificación estratégica y la ejecución de movimientos complejos), Tiempo de reacción y Percepción visual (determinantes en la capacidad de ajuste y respuesta ante estímulos deportivos) por lo que no son sujetos que utilicen en menos sus capacidades neurocognitivas [1] ; y, ciertamente en la competencia, la motivación y las emociones que transforman los sentimientos en empujes “ganadores”, son utilizados mayormente y están en gran medida fuera de discusión.
Pero ¿Es verdad que los que trabajan esencialmente “sentados” en su vida laboral, se ven generalmente más “avejentados” o desgastados energéticamente al final del recorrido porque han pasado su jornada estudiando, investigando, razonando, escribiendo, discutiendo, o trabajando de forma más sedentaria, que aquellos a los que les da el Sol todos los días en su trabajo o realizando acciones moviéndose músculo esqueléticamente siempre más cuando están laborando? ¿O es algo que solo nos parece que es así, y no hay evidencias científicas reales de ello?
Me lo han consultado en estos días, por si la investigación actual en neurociencias proporciona antecedentes -o, da una perspectiva realista y actualizada- sobre la relación entre el gasto energético que provoca el trabajo intelectual y sedentario en el cerebro, frente al mismo tipo de gasto energético que tendría la actividad física en el ejercicio o el trabajo físico propiamente como tal, y la relación de esto con el “cansancio” o agotamiento que se siente después de una jornada de trabajo, sobre todo para quienes trabajan en las o mantienen una actividad con amplia laboral despliegue neurocognitivo. Intentaré dar algunas luces al respecto sin comprometer mis propios intereses, espero; pues, yo pertenezco -sin duda- al primer grupo que he definido en este escrito.
Aclaración sobre el cansancio laboral
Quisiera precisar mi punto de vista, dado que mi enfoque neurocognitivo podría influir en la interpretación de lo que expondré. El cansancio que experimentamos tras una jornada laboral no se explica únicamente por la energía metabólica utilizada en las tareas que acometemos—es decir, por la cantidad de calorías que ingerimos a través de los alimentos y consumimos después mientras trabajamos (o, quizás sea más correcto decir: mientras vivimos)[2]). Aunque este aspecto es relevante, no es el único factor en juego, como lo demuestra la literatura académica desde hace más de dos décadas.[3]. Si el agotamiento laboral depende exclusivamente de la energía metabólica utilizada al trabajo, ¿cómo podríamos explicar el caso de aquellas personas que, a pesar de largas jornadas de trabajo, mantienen entusiasmo y motivación en sus tareas? Cuando el propósito es claro, la satisfacción laboral es alta y el reconocimiento—sea individual o colectivo—es evidente, son muchos los que logran sostener un ritmo de trabajo eficiente sin experimentar fatiga extrema. Un fenómeno similar ocurre en muchos hogares, especialmente en países de Hispanoamérica, donde las mujeres asumen la labor de organización, gestión y distribución de bienes dentro del núcleo familiar, además de la crianza de hijos o nietos y el cuidado de ancianos y personas en situación de discapacidad. A pesar del esfuerzo continuo, muchas de ellas mantienen un compromiso firme con su trabajo cotidiano, impulsado por factores que van más allá del desgaste energético físico.[4].
En contraste, quienes padecen un agotamiento constante—ya sea físico, psíquico o psicofísico—suelen enfrentar dificultades para cumplir con tareas similares, aun bajo condiciones de vida equivalentes. Este desgaste se acentúa cuando los objetivos carecen de claridad, los resultados son inciertos o, peor aún, el entorno laboral no ofrece reconocimiento ni motivación genuina.
Ahora bien, esto del cansancio laboral es real y no solo aparente, existen varias teorías que explican
el fenómeno abordándolo desde diferentes perspectivas; y, todas ellas me parecen válidas y distractivas, aunque solo la teoría de la carga mental
parece ajustarse más a lo que me han consultado. Permítanme resumirlas aquí[5]:
·
Teoría del Estrés Laboral : Explica el agotamiento como una respuesta del organismo a demandas excesivas en el entorno de trabajo. Se basa en la idea de que el estrés prolongado puede afectar la salud física y mental, reduciendo la productividad.
·
Modelo de Burnout : Propuesto por Christina Maslach, describe el desgaste profesional como un síndrome caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal. Es común en profesiones con alta carga emocional, como la enseñanza y la salud.
·
Teoría de la Carga Mental : Sostiene que el cansancio no solo depende del esfuerzo físico, sino también de la cantidad de procesamiento cognitivo requerido. Los trabajos con alta demanda neurocognitiva pueden generar fatiga mental, afectando la toma de decisiones y la concentración.
·
Modelo de Demandas y Recursos : Plantea que el agotamiento laboral surge cuando las demandas del trabajo superan los recursos disponibles para afrontarlas. Factores como el apoyo social y la autonomía pueden mitigar la fatiga.
Cada una de estas teorías aporta, sin duda, una perspectiva valiosa sobre el impacto del trabajo en la salud y el bienestar. Y, esto es lo que realmente hacen, es decir no están investigando la o las causas reales del agotamiento o cansancio laboral. Si no que están más bien, desarrolló ideas que justifican el hecho de que el agotamiento o cansancio laboral sí existe y, el considerarlo permite tener en cuenta este factor de productividad en el ámbito de la eficiencia laboral.
La construcción sociocultural de la vejez y la predisposición al trabajo.
A lo largo de la historia, la sociedad occidental ha desarrollado representaciones recurrentes de distintos tipos de individuos y sus trabajos. Escritores, pintores y actores han dado forma a imágenes de aquellos que, refugiados en el intelecto, buscaban responder a sus inquietudes, así como de quienes llevaban vidas aventureras o heroicas, cuyas hazañas servían para transmitir ideales comunitarios. Sin embargo, quienes llevaban una vida cotidiana de trabajo, socialización y convivencia ciudadana han sido menos representadas. De los millones de personas que han habitado el escenario humano a lo largo de los milenios, contamos con escasas evidencias reales sobre la vida de la denominada gente común y corriente. Curiosamente, muchos personajes intelectuales y aventureros lograron alcanzar la vejez, y con el tiempo, su voz adquiría mayor relevancia, enriquecida por las experiencias acumuladas. Esta imagen recurrente—la idea de que una vida dedicada al pensamiento conduce a la vejez, representada por figuras serias y cansadas—se ha arraigado profundamente en nuestro discurso sociocultural, instalado desde hace generaciones.[6].
De igual forma, la percepción de la fatiga y el desgaste en el trabajo ha estado profundamente influenciada por la conceptualización de la producción industrial durante la Revolución Industrial. La mecanización promovió una asociación entre el rendimiento humano y el funcionamiento de las máquinas, promoviendo la idea de que la disminución del esfuerzo y la productividad obedecía principalmente a una falta de energía, similar al agotación de una máquina. Esta visión, centrada en la eficiencia y el rendimiento, llevó a industriales y empresarios a invertir en maquinaria como estrategia para aumentar la producción, a menudo en detrimento de la contratación de mano de obra o en la reducción de la edad de los trabajadores, privilegiando una fuerza laboral joven, considerada más productiva y enérgica.[7]. Hoy, aunque la economía es menos industrializada y más tecnológica, la lógica productivista sigue vigente. La industria, con su creciente enfoque en la robótica y la inteligencia artificial, continúa presionando inmisericordemente, amenazando la estabilidad laboral y redefiniendo el papel de los trabajadores en la sociedad. Este modelo, centrado en la producción más que en las personas y la convivencia, plantea desafíos que deben ser abordados para garantizar que la evolución tecnológica no desplace ni desvalorice el esfuerzo humano.
Sin embargo, más allá de esta simplificación, la fatiga laboral responde a múltiples factores tales como a: las condiciones de trabajo, las largas jornadas sin tiempos ni límites de horarios en la actualidad, la competencia inmisericorde en busca siempre de una “mano de obra barata”, y el impacto físico y emocional del empleo. Comprender esta relación es clave para analizar cómo los paradigmas industriales han moldeado nuestra concepción del trabajo y del desgaste humano a lo largo del tiempo. Y, aún permanecen con nosotros en nuestro medio socio cultural.
Hay mucha evidencia actualmente acumulada, acerca de las variadas condicionantes que pueden explicar realmente el
cansancio o el agotamiento en tu vida laboral; y, muchas de ellas presentan, desde mi perspectiva, algún componente psicobiológico que podría ayudar a explicar de mejor y de más variada forma este agotamiento que asociamos aún tan directamente a la cantidad de calorías (energía) que podríamos tener o no tener a partir de nuestro metabolismo calórico. Con este escrito apunto más que nada, a desmitificar la continua justificación que hacen las personas de que el “agotamiento” o cansancio que les producen el trabajo intelectual o de oficina, tiene su base en el excesivo gasto de calorías que hacen las neuronas en el cerebro cuando este órgano se está utilizando en exceso; y, que este descomunal gasto energético es mucho mayor que la cantidad de energía que utilizan quienes deben desarrollar principalmente actividad física (entiéndase: músculo esquelético) en lo laboral . Cualquier aporte anexo, lo recibiré con mucho gusto; y, si quieren que explicaciones de otros condicionantes psicobiológicos, estoy dispuesto a entregar más datos.
Aquí vamos. Te presento las evidencias clave que he podido averiguar:
1. El Cerebro: Un Órgano "Costoso" en Reposo
·
Alto consumo basal: El cerebro humano, aunque representa solo el 2% del peso corporal, es increíblemente demandante energéticamente. En estado de reposo , consume aproximadamente el 20% del gasto energético total del cuerpo , lo que es parte de tu metabolismo basal. Esto se debe a la necesidad constante de mantener el potencial de membrana de las neuronas, el transporte de iones, la síntesis de neurotransmisores, la degradación de sustancias bioquímicas fruto de procesos intra y extracelulares continuos, y otras funciones básicas que garantizan su operatividad 24/7.
·
Glucosa como combustible principal:
La principal fuente de energía del cerebro es la glucosa. Su suministro es continuo y vital para su funcionamiento. EL CEREBRO NO ALMACENA LA GLUCOSA, SOLO PUEDE UTILIZAR LO QUE LE ENTREGA EL RIEGO SANGUÍNEO.
·
El oxígeno es el otro componente fundamental: Las neuronas, así como solo pueden consumir la glucosa que proviene del flujo sanguíneo en el momento, requieren de una adición constante de Oxígeno. Este elemento químico es fundamental para mantener el funcionamiento metabólico, en las células nerviosas. No hay otra forma de transformar la energía de la glucosa en energía bioquímica disponible para el funcionamiento neuronal.
2. La neurocognición y la fatiga física están estrechamente relacionadas
·
Esto es así, ya que el esfuerzo mental sostenido puede influir en la percepción del cansancio físico y en la capacidad del cuerpo para recuperarse. El control cognitivo, alojado en la corteza prefrontal, permite seleccionar pensamientos y acciones para alcanzar una meta. Sin embargo, cuando se mantiene por períodos prolongados, puede generar fatiga mental, reduciendo la eficiencia de las funciones ejecutivas como la toma de decisiones y la regulación emocional. Sin embargo, esto puede deberse igualmente a que los terminales sinápticos de los circuitos neurales, en las diferentes vías neuroquímicas cerebrales, tienen una tasa de síntesis y desgaste que requiere siempre de un tiempo de latencia (un retraso programado) a medida que está en funcionamiento prolongado. Es decir, a medida que se utilizan las vías neuroquímicas hay que prever la tasa de desgaste y recuperación de neurotransmisores en los terminales sinápticos, para mantener su óptima utilización.
·
Desde una perspectiva fisiológica,
la fatiga física y la mental comparten mecanismos de regulación energética, pero no están relacionados con el agotamiento laboral. La teoría del agotamiento de los recursos sugiere que el esfuerzo cognitivo consume energía, pero esto igualmente ocurre con la actividad física propiamente como tal, lo que puede generar una sensación de cansancio similar. Además, la fatiga en el daño cerebral sobrevenido muestra cómo ciertos circuitos neuronales si pueden influir en la percepción del esfuerzo y la recuperación tras una lesión; pero esto es más bien extremo. En términos prácticos, esto explica más el por qué una jornada intensa de trabajo intelectual puede generar una sensación de agotamiento comparable a la fatiga física, afectando principalmente a la motivación y al rendimiento debido a cambios de estados de ánimo y humor
que están regulados por vías neuroquímicas específicas, que a un enlentecimiento de procesos neurocognitivos específicos lo que son muy resistentes y están, salvo casos extremos, habilitados para un funcionamiento prácticamente estable. Sin embargo, surja aquí dos aspectos interesantes del trabajo mental: la motivación y el rendimiento; y, ambos, pueden ser explicados en términos neurológicos y no necesariamente, en términos energéticos[8].
·
Hay que resaltar aquí, el que la fatiga neurocognitiva puede afectar significativamente el rendimiento académico en los estudiantes, ya que compromete funciones clave como la atención, la memoria y la toma de decisiones . Cuando el cerebro experimenta un agotamiento prolongado, los estudiantes pueden enfrentar dificultades para concentrarse, procesar información y mantener la motivación. Un estudio sobre la relación entre neurocognición y aprendizaje universitario encontró que los estudiantes con bajo rendimiento neurocognitivo presentan mayores dificultades en los procesos de aprendizaje, mientras que aquellos con débil capacidad metacognitiva tienen problemas de adaptación académica. Esto sugiere que la fatiga mental no solo impacta el desempeño en tareas cognitivas, sino también la capacidad de los estudiantes para ajustarse a las exigencias del entorno educativo.[9].
Por otro lado, indica igualmente, que estas consecuencias podrían no deberse únicamente a una deficiencia energética o calórica de base, sino que puede haber otros componentes involucrados; como, p.ej. lo que podría ocurrir con un agotamiento (desgaste) de neurotransmisores en los terminales sinápticos de las vías circuitos que se ocupan más de la motivación, o el desempeño atencional, o la memoria de trabajo actores principales de la actividad laboral o estudiantil que se ocupan de las llamadas Funciones Cerebrales Básicas.
·
Además, la fatiga cognitiva puede generar estrés, irritabilidad y reducción de la productividad como consecuencia, lo que da cuenta más bien de la importancia y trascendencia de las emociones en el tratamiento neurocognitivo; dificultando inevitablemente la resolución de problemas y la retención de información. En entornos académicos, esto se traduce en una menor eficiencia en el estudio, mayor tendencia a cometer errores y una disminución en la calidad del aprendizaje.
3. Trabajo Intelectual y Gasto Energético Adicional: Mínimo pero Significativo
·
Aumento marginal del gasto energético en tareas cognitivas: Si bien el cerebro es un gran consumidor de energía en reposo, el incremento en el gasto calórico durante tareas intelectuales intensas—como la resolución de problemas complejos, el estudio para un examen o la profunda concentración—es relativamente bajo en comparación con el consumo basal. Se estima que este aumento oscila entre un 5% y un 10% adicional , lo que refuta la idea de que el trabajo neurocognitivo genera un consumo energético significativamente superior.
·
Aunque está comprobada la dilatación sectorial de los vasos capilares en respuesta a tareas cognitivas específicas—lo que implica un aumento en el flujo sanguíneo y, por ende, un mayor suministro de glucosa y oxígeno a áreas cerebrales concretas—este fenómeno no se traduce en un incremento significativo del gasto calórico real. Este principio es fundamental en el funcionamiento de técnicas de neuroimagen como la resonancia magnética funcional (fMRI) , que analiza la actividad cerebral a partir de los cambios en el flujo sanguíneo y lo utilizamos hoy en día en forma recurrente. Sin embargo, el aumento del flujo capilar cerebral durante la actividad cognitiva no implica una elevación del metabolismo basal que supere la décima parte del gasto total del cerebro en estado de reposo.
- Ejemplos de estudios:
o Costo energético de procesos cerebrales con especial énfasis en aprendizaje y memoria – Este estudio analiza el consumo de energía en el cerebro y cómo se distribuye en procesos como el aprendizaje y la memoria, destacando que el gasto energético adicional en tareas cognitivas es marginal en comparación con el metabolismo basal[10].
o Relación entre actividad física, procesos cognitivos y rendimiento académico – Examina la influencia de la actividad física en los procesos cognitivos y el rendimiento académico, proporcionando datos sobre el impacto del gasto energético en la función cerebral[11].
o Evolución de la atención, concentración y rendimiento académico tras una intervención basada en descansos activos – Este artículo explora cómo la actividad cognitiva y los descansos afectan la concentración y el rendimiento, lo que puede ayudar a contextualizar la relación entre esfuerzo mental y gasto energético[12].
o Un estudio comparó el gasto energético de estudiantes que realizaban trabajo intenso en computadoras con un grupo que descansaba. Aunque la energía utilizada por ambos fue casi la misma, aquellos que hicieron trabajo mental reportaron mayor fatiga y tendieron a ingerir más calorías después de la tarea. Esto sugiere que, si bien el gasto directo no es dramático, puede influir en la regulación del apetito o la percepción de fatiga.
o Investigaciones han demostrado que, por ejemplo, los ajedrecistas queman un promedio de 1.67 calorías por minuto mientras juegan, lo que es un aumento modesto en comparación con el reposo, pero que se acumula con el tiempo.
·
Fatiga no es igual a gasto calórico:
La sensación de "agotamiento mental" después de un día de trabajo intelectual intenso es real, pero no se traduce necesariamente en un gasto calórico equivalente al de un ejercicio físico extenuante. Esta fatiga puede estar más relacionada con la depleción de neurotransmisores, el estrés oxidativo o la acumulación de subproductos metabólicos , más que con una quema enorme de calorías.
4. Trabajo Físico y Gasto Energético: Mucho Mayor
·
Dependencia de la intensidad y duración:
El gasto energético del trabajo físico es directamente proporcional a la intensidad, duración y tipo de actividad. Actividades moderadas a intensas (correr, levantar pesas, deportes) pueden aumentar el gasto calórico total en cientos o incluso millas de calorías por hora, superando con creces el consumo cerebral adicional durante el trabajo intelectual.
·
Activación muscular generalizada:
El trabajo físico involucra grandes grupos musculares, lo que requiere un suministro constante de energía para la contracción muscular, el mantenimiento de la temperatura corporal, la respiración y la circulación sanguínea.
Conclusiones para mis estudiantes:
Ø
Es crucial que se entienda que el cerebro es un órgano metabólicamente muy activo, incluso en reposo, constituyendo una parte significativa del metabolismo basal . Sin embargo, el aumento de energía consumida por este durante tareas cognitivas intensas es relativamente pequeño en comparación con el gasto calórico que se produce durante el trabajo físico.
Ø
El "cansancio mental" es -sin embargo- una experiencia genuina, aunque multifactorial , que va más allá de la simple quema de calorías y puede estar más bien relacionada con la regulación de los neurotransmisores y el desgaste intracelular que estudiarán a futuro. Es una distinción importante para desmitificar la idea de que "pensar mucho adelgazar a las personas" en la misma magnitud que la actividad física, lo cual no es correcto.
Ø
Es bueno enfatizar en esta área de trabajo, que comprender el metabolismo cerebral es clave para entender cómo el cerebro gestiona sus recursos y cómo factores como las motivaciones, el estado de ánimo, el estrés y la nutrición pueden afectar su rendimiento cognitivo y emocional.
Ø
Igualmente, cobra aquí importancia relevante el papel que tienen, desde la perspectiva de regulación neurológica, acciones tales como:
-
la meditación , en la que disminuyen notablemente los niveles de neurotransmisores que condicionan y producen aumento del estrés en las personas;
-
la siesta , ese período de 10 a 20 minutos (y, no más que eso) que debiéramos tomarnos todos los días después de una jornada matutina de trabajo recupera sobremanera la cantidad de neurotransmisores en las vías de la alerta y la atención sostenida;
-
la conversación relajada e informal (socialización), sin alimentar discusiones, lo que devuelve rápidamente los niveles de endorfinas que sustentan la colaboración desinteresada y la agrupación comunitaria nivelando las concentraciones de dopamina y serotonina en las vías neuroquímicas que tienen que ver con las motivaciones y los estados de ánimo; y,
-
las pausas activas , que nos permiten devolver a nuestro sistema psicomotor las capacidades de movimiento y relajación tensional propias de la actividad obligada ante el cumplimiento de tareas.
Por supuesto, acompaño lo señalado aquí con las referencias siguientes.
Artículos de Revisión y Estudios Clave:
1. Raichle, ME, y Gusnard, MA (2002). Evaluación de la energía oscura del cerebro. Tendencias en Neurociencias , 25(8), 437-443.
o
Aunque es un artículo de hace un par de décadas, es fundamental para comprender el concepto de "energía oscura" del cerebro, es decir, el alto consumo energético basal del cerebro incluso en ausencia de tareas específicas. Sigue siendo una referencia crucial.
2.
Attwell, D., y Laughlin, SB (2001). Presupuesto energético para la señalización en la sustancia gris cerebral. Journal of Cerebral Blood Flow & Metabolism, 21(10), 1133-1145.
o
Este estudio proporciona una estimación detallada de cómo se distribuye la energía en el cerebro, destacando que la mayor parte se destina a mantener los potenciales de membrana y el procesamiento de señales básicas, no necesariamente a la cognición activa.
3.
Sokoloff, L. (1981). Relaciones entre la actividad funcional local, el metabolismo energético y el flujo sanguíneo en el sistema nervioso central.1 Basic and Clinical Neurosci., 1, 1-27.
o
Un clásico que desarrolló las bases de la relación entre la actividad neuronal, el metabolismo energético y el flujo sanguíneo cerebral, principios que aún se utilizan en técnicas como la fMRI para inferir actividad neuronal a partir del consumo de glucosa y oxígeno.
4.
Howarth, C., Gleeson, P. y Bouvier, M. (2012). ¿Cuál es el coste metabólico del pensamiento? Journal of Neuroscience, 32(31), 10587-10591.
o
Aborda directamente la pregunta de tu consulta, destacando que, si bien hay un aumento en el consumo de energía durante tareas cognitivas, este incremento es modesto en comparación con el alto costo basal del cerebro.
5.
Shulman, RG, Rothman, DL y Hyder, F. (2004). La base metabólica de la función cerebral: un estudio de resonancia magnética funcional de la corteza visual humana. Actas de la Academia Nacional de Ciencias, 101(9), 3192-3197.
o
Utiliza fMRI para investigar el metabolismo cerebral durante tareas visuales, mostrando cómo los cambios en la actividad cerebral se correlacionan con cambios sutiles en el gasto energético.
6.
Jamadar, SD y Miller, JA (2025). ¿Cuánta energía se necesita para pensar? Revista Quanta (Artículo de divulgación que resume investigaciones recientes, publicado en junio de 2025).
o
Aunque es un artículo de divulgación, es sumamente relevante porque aborda las últimas investigaciones sobre el costo metabólico del pensamiento. Indica que el aumento en el consumo de energía durante las tareas activas es solo de un 5% más en comparación con el cerebro en reposo, lo que refuerza la idea de que el gasto basal es el predominante. Este tipo de artículos es excelente para la comprensión de tus estudiantes.
Libros (para un contexto más amplio):
1.
Purves, D., Augustine, G. J., Fitzpatrick, D., Hall, W. C., LaMantia, A. S., McNamara, J. O. y White, L. E. (Eds.). (2018). Neurociencia (6.ª ed.). Oxford University Press.
o
Un libro de texto estándar en neurociencia que incluye secciones detalladas sobre el metabolismo cerebral, la bioenergética neuronal y cómo se apoya la función sináptica y la actividad neuronal.
2.
Squire, LR, Berg, D., Bloom, FE, Du Lac, S., Ghosh, A. y Spitzer, NC (Eds.). (2013). Neurociencia Fundamental (4.ª ed.). Prensa Académica.
o
Similar al anterior, este libro ofrece una cobertura exhaustiva de la neurociencia, incluyendo capítulos sobre el metabolismo y la bioenergética del sistema nervioso.
3.
Eagleman, D. (2024): Una roja viva. La historia interna de nuestro cerebro en cambio permanente (1ª ed. en español). Serie argumentos. Editorial Anagrama: Barcelona.
o
Un libro realmente extraordinario, con una visión inspiradora de difusión científica. Su actualidad y riqueza bibliográfica, lo hacen un texto obligatorio de consulta para quienes se sienten atraídos por este tipo de temáticas.
Para tomar en cuenta, mencionen a sus estudiantes o compañeros de trabajo que:
·
Se puede mencionar que la investigación sobre el metabolismo cerebral y el gasto energético se beneficia de numerosas técnicas avanzadas como la resonancia magnética (fMRI) y la tomografía por emisión de positones (PET) , que permiten observar los cambios metabólicos en tiempo real durante diferentes tareas.
·
Recalca que la "fatiga mental" que experimentamos no se debe tanto a una "quema" masiva de calorías como a otros mecanismos, como la acumulación de subproductos metabólicos , la agotamiento
(vaciamiento) de neurotransmisores o simplemente la regulación de la homeostasis energética (como la glucosa o el glucógeno cerebral en microglía y astrocitos) del cerebro, que busca preservar los recursos.
Gracias por la atención, …
Prof. Ricardo S. Puebla Wuth
[1] Alfonso Mantilla, JI (2019): Neurociencia y entrenamiento en el deporte de alto rendimiento. Revista Iberoamericana de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte . vol. 14:1:79-90.
[2] Lo aclararé después, en este mismo escrito.
[3]Nogareda Cuixart, S. (2014): NTP 1011: Determinación del metabolismo energético mediante tablas – Año 2014. https://www.insst.es/documentacion/colecciones-tecnicas/ntp-notas-tecnicas-de-prevencion/29-serie-ntp-numeros-996-a-1030-ano-2014/nota-tecnica-de-prevencion-ntp-1011
Vargas, M. y cols. (2010): Gasto energético en reposo y composición corporal en adultos. Rev Fac. Med. 2011 vol. 59 núm. 1 (Suplemento 1:1); http://www.scielo.org.co/pdf/rfmun/v59s1/v59s1a06.pdf
Ministerio del Trabajo, Colombia y Universidad Javeriana de Colombia (2015): Síndrome de Agotamiento Laboral – “Burnout”. Protocolo de prevención y actuación. https://www.amfpr.org/wp-content/uploads/10-Protocolo-prevencion-y-actuacion-burnout.pdf
[4]Giaconi Morris, CA (2021): Mujeres y Resistencia. Tesis de Grado de Maestría, UChile. https://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/179075/Mujeres%20cuidados%20y%20resistencias.pdf?sequence=1
Fernández Torralbo, CM, Cueto Torres, I., & Grande Gascón, ML (2020). Diferencias de carga en el cuidado asociados al género. Ene , 14 (1), 1416. Epub 09 de noviembre de 2020. Recuperado en 16 de junio de 2025, de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1988-348X2020000100006&lng=es&tlng=es .
Piña Morán, Marcelo y Gómez Urrutia, Verónica. (2019). Envejecimiento y género: Reconstruyendo los roles sociales de las personas mayores en los cuidados. Revista Rupturas , 9 (2), 23-38. https://dx.doi.org/10.22458/rr.v9i2.2521
Gobierno de Chile, Subsecretaría del Trabajo: Informe de Trabajo y Vida Familiar (marzo, 2023): https://www.subtrab.gob.cl/wp-content/uploads/2023/04/Informe-Acompanamiento-PL-Conciliacion-TF.pdf ;
Gómez Urrutia, V. & Jiménez Figueroa, A. (2015): Corresponsabilidad familiar y el equilibrio trabajo-familia: medios para mejorar la equidad de género. Polis, vol. 14 (40): 377-396;
Díaz Muñoz, JG (2017). Mujeres, Trabajo y Familia. Una perspectiva de género desde América Latina. Revista multidisciplinaria de estudios de género , 6 (3), 1439-1462.
[5]Rodríguez Carvajal, R. & de Rivas Hermosilla, S. (2011): Los procesos de estrés laboral y desgaste profesional (burnout): diferenciación, actualización y líneas de intervención; Med Segur Trab (Internet); 57. Suplemento 1: 1-262;
Enciclopedia de Seguridad y Salud en el Trabajo (2011): Teorías del estrés laboral. https://iloencyclopaedia.org/es/part-v-77965/psychosocial-and-organizational-factors/theories-of-job-stress ;
Merín Reig, J. et al. (1995): El estrés laboral: bases teóricas y marco de intervención. Estrés y Ansiedad; 1(2-3),113-130.
[6]De Alba González, M. (2017): Representaciones sociales y experiencias de vida cotidiana de los ancianos en Ciudad de México. Estudios Demográficos y Urbanos, vol. 32, n° 1 (94), 9-3;
Monchietti, A. et al. (2010): Funcionamiento Cognitivo en la Vejez, su Campo Representacional. Límite. Revista de Filosofía y Psicología. vol. 5, nº 22; 89-110.
[7]Hofmeester, K. y Van der Linden, M. (Eds.) (2018): Manual de Historia Global del Trabajo. © Walter de Gruyter GmbH: Berlín/Boston; https://ccfprosario.com/maquinaria-en-la-revolucion-industrial/ ; https://historia.ovh/la-tecnologia-en-la-revolucion-industrial-un-cambio-economico-radical/
[8]A. Juárez-Belaúnde, E. Orcajo, S. Lejarreta et al. (2024): La fatiga en el daño cerebral sobrevenido Revisión. Neurología; 39:178—189
[9]Gaete-Fernández, M., Gómez Gallego, M., Mendoza-Apaza, Y., Quintana-Silva, K., & Gómez García, J. (2023). Validación de batería neuropsicológica y metacognitiva en estudiantes universitarios: evaluación de procesos de aprendizaje y adaptación. Rev. CES Psico, 16(1), 62-87. https://dx.doi.org/10.21615/cesp.6268
[10]Lareo, L. R (2006): Costo energético de procesos cerebrales con especial énfasis en aprendizaje y memoria. Universitas Scientiarum, vol. 11:. 2, jul-dic, 2006, pp. 77-84 Pontificia Universidad Javeriana Bogotá, Colombia
[11]Reloba, S., Chirosa, LJ y Reigal, RE (2016). Relación entre actividad física, procesos cognitivos y rendimiento académico de escolares: revisión de la literatura actual. Revista Andaluza de Medicina del Deporte, 9(4), 166-172. https://dx.doi.org/10.1016/j.ramd.2015.05.008
[12] Arribas-Galarraga, S. & Maiztegi-Kortabarria, J. (2021). Evolución de la atención, concentración y rendimiento académico tras una intervención basada en descansos activos. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 24 (3), 87-100.
No hay comentarios:
Publicar un comentario